El poder de la práctica

La práctica hace al maestro – Sabiduría popular

Nos demos cuenta o no, llevamos la vida entera practicando… ¡y nos hemos vuelto buenos!

Algunos han practicado levantar pesas, otros correr por las mañanas, unos más sentarse a meditar, hacer Yoga, escribir o leer; estos son algunos ejemplos de lo que normalmente entendemos como práctica, sin embargo cualquier actividad, pensamiento o emoción que repetimos con frecuencia termina volviéndose una práctica; así que también podemos decir que hay quien practica la escucha generosa, el diálogo creativo, el cuidado del medio ambiente, el respeto, la alegría, la entrega, y quien dedica horas de su vida a practicar el miedo, la envidia, la crítica mordaz, el enojo, la queja y el victimismo. Y el esfuerzo rinde frutos. La habilidad se desarrolla. Nos volvemos maestros de eso que practicamos.

De modo que – ¡como siempre! – el primer paso es la consciencia. Darnos cuenta de lo que hemos estado practicando y de lo que elegimos practicar el día de hoy. Déjame preguntártelo: ¿Qué tipo de pensamientos has estado generando en estos días? ¿A qué emociones has estado volviendo con frecuencia? ¿Cómo has usado la palabra? ¿Qué acciones has repetido una y otra vez? Cada acción repetida de tu cuerpo, palabra y mente te acerca a la maestría, dispara conexiones neuronales, genera memoria muscular y hace más y más fácil repetirla una vez más en una bellísima espiral virtuosa (o en un triste círculo vicioso). Así que a tener cuidado con lo que practicamos.

Pero vamos definiendo con claridad de que estamos hablando cuando decimos práctica. Una práctica es un esfuerzo repetido, consciente y atento que facilita el crecimiento… en otras palabras eso que hacemos cotidianamente para convertirnos en la persona que queremos ser.

Con eso dicho hoy quiero compartirte algunas ideas en torno a la práctica que provienen de la filosofía oriental y que estoy seguro pueden serte útiles en tus propios esfuerzos repetidos, conscientes y atentos para crecer. Ya sea que decidas practicar escribiendo un blog, planeando tu semana, charlando con tus hijos, alimentándote sanamente, estudiando un tema que te atrae o incluso interactuando con tu familia o compañeros de trabajo.

Los maestros de Oriente nos invitan a la práctica perfecta y nos dicen que esta tiene tres momentos: bien al principio, bien en medio y bien al final.

Bien al principio quiere decir contactarnos con la motivación correcta. Tomarnos unos instantes antes de arrancar la actividad, tal vez tomar un par de respiraciones y sin prisa traer a la mente nuestros objetivos, lo que queremos lograr con esa práctica, nuestras razones para seguir creciendo. Es el momento de inspirarnos, de generar un poco de paz y de hacer el compromiso personal de ayudarnos a crecer -aunque sea un poquito- a través de esa actividad.

Bien en medio es entrenarnos en la atención correcta. Traernos de vuelta las veces que sea necesario al presente, a la lectura, el ejercicio, el trabajo, estar despiertos y atentos a lo que está ocurriendo. Es dejar de pensar en lo que haré después o en el problema que vengo arrastrando y entregarme plenamente al momento presente. Es un gran entrenamiento, retador para muchos de nosotros.

Por último: bien al final, que quiere decir generar la dedicación correcta. No termino y me voy a lo que sigue (corriendo siempre), sino que termino y tomo nuevamente unos instantes para darme cuenta de los beneficios que he obtenido, para observar los efectos de mi práctica y ¡agradecerlos! Pero también implica un paso más, desde la visión oriental para que la práctica sea perfecta sus beneficios deben ser compartidos con los demás. Así que al terminar tu ejercicio de hoy o de mañana, la lectura de este blog o cualquier otra práctica que realices tal vez quieras desear que cualquier beneficio que te haya dejado lo puedas compartir para que se multiplique.

¡Gracias por leerme!