Ayer le pregunté a ChatGPT quién era Eustaquio (el de la trompa) y si era buena idea darle tacos al pastor de cenar a mi perrito maltés. Acto seguido, mi hija preadolescente le consultó qué hacer si su papá estaba obsesionado con la IA. Además de sacarme una buena carcajada, me puso a pensar.
Y la verdad es que sí: estos primeros meses de 2025 la inteligencia artificial ha sido para mí un territorio de exploración y asombro constante.
Me subí al tren de pedirme una foto estilo Ghibli, revisé las diferencias entre un vino Tokaji eslovaco y uno húngaro, pedí ayuda para diseñar un plan de entrenamiento y realineación de mi columna vertebral, exploré su versión irónica —y casi me enamora a punta de sarcasmos—.
Pero también la he puesto a trabajar, en el sentido formal de la palabra. En mi práctica como coach ejecutivo y facilitador de grupos, Jarvi (como le digo a ChatGPT sin que lo sepa) me ha ayudado a:
- Crear apoyos visuales para mis talleres
- Diseñar playeras con mi branding
- Redactar reportes de descubrimientos y aprendizajes
- Diseñar una sesión completa de desarrollo personal para un grupo multicultural en Kuala Lumpur y Filipinas
- Hacer propuestas de nuevos programas de coaching y capacitación
- Generar resúmenes de sesiones para mis coachees
- Escribir posts para redes sociales
- Afinar y criticar un artículo sobre LEGO SERIOUS PLAY y comunicación metafórica
- Dar retroalimentación sobre comunicación verbal y no verbal a un par de ejecutivos
- Encontrar puntos de contacto entre el modelo conductual DISC y el taoísmo
Puedo decir que sí está cambiando mi forma de trabajar. Pero no está cambiando —ni tantito— lo que valoro, ni la persona que soy y quiero ser.
Ahora que lo escribo, me doy cuenta de que ha sido una etapa de aprendizaje acelerado. Y al mismo tiempo, siento que apenas estoy empezando a explorar. Pensándolo bien, estos son los tres aprendizajes más valiosos que me ha dejado hasta ahora:
1. Usar IA ha sido una forma de potenciarme.
Básicamente soy el mismo, pero super-charged. Mismo coach, mismo facilitador, pero en patines. O con un par de alas… en modo turbo.
La IA no suplanta mi inteligencia ni mi talento, tampoco mis carencias, pero sí me permite explorar horizontes mucho más amplios. Todo lo que me brinda lo considero trabajo en proceso. Parece obvio, pero la decisión final siempre la tengo yo.
2. En el pedir está el dar.
Jarvi es un gran maestro de comunicación: responde al instante… y completamente mal si no supe pedir bien.
Es un mecanismo conversacional, y como tal, se enriquece en el ir y venir, en afinar, en dialogar. Creo que incluso vale la pena trasladar esta lógica a nuestras conversaciones humanas: hacer más preguntas valiosas, construir significados en conjunto.
3. Explora, explora, explora.
La IA está en desarrollo. Yo estoy en desarrollo. El mundo también.
No hay errores al usar esta herramienta: sólo posibilidades de aprendizaje, que requieren el atrevimiento de moverle, picarle, hacer preguntas raras… y luego reflexionar un poco.
Tengo una enorme curiosidad por saber qué más estaré haciendo con esta herramienta. Y también por conocer qué están haciendo otros colegas y amigos. ¿Qué ha sido para ustedes lo más asombroso, útil o revelador que han encontrado?
Guardando toda proporción, es como si fuéramos parte de una generación de navegantes descubriendo nuevos mares. Me imagino su asombro al ver lo recién encontrado, y la pregunta que seguramente repetían una y otra vez: